Por qué priorizarte no es egoísmo; es AMOR.

¿Alguna vez te has sentido egoísta por pensar en ti antes que en los demás?
Yo también.
Pero con el tiempo entendí que ponerme en primer lugar no es egoísmo, es una forma profunda de amor.
Aquí te comparto mi historia, por si tú también estás en ese camino de recordar que mereces ser prioridad.

En realidad, la palabra priorizarme no estaba en mi vocabulario tal cual.
A veces sí me daba la oportunidad de elegir lo que quería hacer yo, pero aun así sentía una presión social muy fuerte que me hacía dudar de lo que en verdad deseaba.
Miraba hacia afuera para saber lo que los demás querían y así poder decidir algo que todos “quisiéramos”, dejando mi opinión a un lado para que todos estuvieran felices —aunque no fuera lo que yo más quería.
Me adaptaba a la idea, me callaba… sin darme cuenta del daño que me estaba haciendo al dejarme a un lado.

En mi experiencia, eso se sentía bien, porque los demás estaban felices. Entonces yo también lo estaba.
Se volvió tan costumbre dejar que otros decidieran por mí, que empecé a dudar demasiado de mis decisiones y a buscar validación externa constantemente, porque eso era lo que me habían enseñado que se sentía bien.

Cuando me tocaba decidir y nadie me decía lo que quería, me frustraba, quería desaparecer, me sentía expuesta y egoísta.
Lloraba, sudaba de ansiedad… porque no sabía cuál era la “respuesta correcta”.

Me dejé a un lado para sentirme querida, aceptada, para ser parte, para no sentirme “anormal” por pensar distinto.
Decía que sí a cosas que no quería porque “era lo que se suponía que debía hacer”, y me encontraba en lugares donde no era feliz. Pero lo hacía por los deseos de los demás.
Y eso… eso era muy deprimente.

Pensaba que, si lo hacía, me iban a querer más y todo sería color de rosa.
Pero no fue así.
Las cosas seguían igual. Solo que ahora yo tenía que cargar con la responsabilidad de una decisión que no me hacía feliz.

Una experiencia que marcó este patrón fue cuando salí de la universidad.
Estudié Diseño Industrial y mi papá tiene una empresa de Seguros de Vida.
Empecé a trabajar con él para conocer el negocio, y porque él se veía muy emocionado por compartirlo conmigo. Lo hice por mí —por explorar algo nuevo— pero también por él.

Con el tiempo, me di cuenta de que eso no era lo mío.
Respetaba profundamente su trabajo, pero no era lo que a mí me llamaba la atención.
Decidí salirme, por más que le doliera a mi papá. Fue muy difícil, porque es una de las personas que más amo.
Tuve pensamientos de que lo estaba decepcionando.
Pero cuando finalmente lo hice, me sentí libre para explorar lo que realmente me gustaba.

Viví muchas experiencias que no fueron del agrado de mis papás, pero tenía que hacerlo por mí.

Aprendí que algunas personas estarán de acuerdo contigo, y otras no.
Y eso no significa que estés mal.

Te cuento esto porque fue una época muy difícil para mí: dejar de pensar en lo que los demás querían para mí, y comenzar a decidir lo que yo quería, aunque no tuviera total certeza de qué era eso.
Pero ese paso me sacó de un lugar que no me hacía feliz, y me abrió la puerta a descubrir qué me gustaba fuera de la norma.

Así como yo le dije “no” al negocio familiar para perseguir mi sueño, tú también puedes decirle “no” a lo que no se siente alineado con lo que deseas, sin importar lo que los demás esperen de ti.

El mito del egoísmo…

Nos enseñaron que cuidarnos, poner límites o escucharnos primero es egoísmo.
Que ser mamá, hija, pareja o amiga significa sacrificarse, aguantarse y postergarse.
Que ser buena es desaparecer poquito a poquito por el bien de todos.

Pero… ¿qué pasa cuando vives así por años?

Te desconectas. Te agotas. Te olvidas.
Tu cuerpo empieza a hablarte. Tus emociones se desbordan o se apagan.
Y un día te das cuenta de que estás sobreviviendo, pero no viviendo.

Cuando decides ponerte al centro, algo se despierta.
No es ego. Es presencia. Es autenticidad. Es salud.

Te vuelves ejemplo. Tu hijo ve a una mamá que se cuida.
Tu pareja se relaciona con una mujer que se escucha.
Tus emociones fluyen en vez de gritar.
Tu cuerpo deja de pedir a gritos lo que tú te puedes dar con conciencia.

Priorizarte no es dejar de amar; es incluirte en tu amor.

Priorizarte es mirar hacia dentro y preguntarte:
¿Qué necesito? ¿Qué me está diciendo mi cuerpo? ¿Qué me gustaría hoy?

Es darte espacio para sentir, descansar, decir que no sin culpa, moverte con amor, escucharte.
Es entender que si tú estás bien, TODO a tu alrededor se equilibra: tus hijos, tu pareja, tu energía, tu capacidad de sostener.

Y no, no es fácil. No siempre se siente natural.
Pero es el acto más profundo de amor propio que puedes regalarte.

Si tú también te has sentido culpable por pensar en ti...

Quiero decirte que no estás sola.
Priorizarte no es un lujo, es tu derecho.
Y estoy aquí para acompañarte a recordarlo, integrarlo y vivirlo con amor.

Este blog no es solo un espacio para leer, es un espacio para recordarte.
Para que cada palabra te acerque a ti.

Y si no sabes por dónde empezar, aquí estoy para caminar contigo. <3

Next
Next

Blog Post Title Four